martes, 26 de abril de 2022

Las 2 Cubetas

 


Diario en mis traslados al o del trabajo veo a jóvenes motociclistas, principalmente en motos de baja cilindrada, hecho la madre en el tráfico. Rebasan por doquier. En semáforos pasan entre los carros a velocidad como que no existen peatones que se crucen entre coches de repente. Si ven otra moto, compiten. Es más, compiten hasta con los coches. Andan siempre aceleradísimos como que tuvieran que llegar a algo importante, cuando en realidad no tienen nada que hacer llegando. Puedo observar muchos malos hábitos, principalmente en el uso de frenos. Andan a pura suerte y el día que se les acaba, salen en las noticias y se mencionan como motolocos. La población luego escribe comentarios de desprecio, generalizando y etiquetando a todos los motociclistas. Causas hay muchas, como la escasez de escuelas de manejo para moto, la falta de educación en casa, los malos amigos, la falta de aplicación del reglamento vial...etc. Un punto agravante es el desconocimiento del mantenimiento adecuado en conjunto muchas veces con la falta de dinero para mantener la moto en un estado seguro.   

Sin embargo, siendo honesto conmigo mismo, tengo que admitir que los entiendo. Porque hay una razón más y la entiendo a la perfección: la sensación que tienes al manejar moto. Quien no lo ha experimentado, nunca lo entenderá. La sensación de libertad, el aire que te pega, el poder en la mano derecha. Todo esto te hace sentir increíble. ¿Cómo culpar a los jóvenes? ¿Quien no disfruta estas sensaciones? La adrenalina, las mariposas en el estómago, el sentirse un chingón cuando eres el más rápido (aunque los alrededor no saben que están competiendo). Honestamente, no los puedo culpar.

Igualmente he manejado siempre al límite. Un largo tiempo era normal para mi de llegar al borde de mis llantas o mantener el acelerador abierto al máximo. También he estado impaciente con el tráfico y lo pasé como pude para llegar a mi tramo de carretera, a mis curvas. Solo que años más tarde empecé a disfrutar también el paisaje y a compartir mi pasión con mi pareja. Compartir la pasión lleva a cargar la responsabilidad de otra vida. Luego aprendí que hay tiempo y lugar para cierto tipo de manejo y la ciudad no es este lugar. Hay demasiados transeúntes distraídos y menos experimentados que cometen errores que uno muchas veces ni se espera. No puedo suponer que el flujo de tráfico se desarrolla de cierta manera. Así que hoy en día voy tranquilo en mi traslado diario. Se donde puedo pasar entre los coches y donde no. También se cómo pasar y cómo no. He encontrado de vez en cuando la puerta del coche que se abre, igual que a peatones cruzando por donde no deben. Así que los años y uno que otro madrazo me enseñaron a adaptar mi manejo al entorno y dejar margen. Entendí que entre menos me caigo, más ruedo. Bueno, me refiero a rodar en moto, no por los suelos. Si te accidentas, no vas a rodar hasta que sanas y/ o reparas tu moto.

Así que, entiendo a los jóvenes motolocos. La única manera de ayudarles es educarlos, hacerlos entender algo. Lo más sencillo es la teoría que viene de la escuela de aviación, la teoría de las dos cubetas. Esta teoría aplica igualmente para pilotos nuevos de aviación como de motociclismo.

Cuando empezamos a rodar, tenemos dos cubetas, una de suerte y una de experiencia. La primera es llena y la segunda vacía. El reto está en llenar la cubeta de experiencia antes de que queda vacía la cubeta de la suerte. 

¿Entendiste? Sólo hay tantos números de casi-percances de los que te puedes librar. Sólo hay tantas curvas ciegas sin obstáculos que vas a encontrar. Sólo hay tantas veces sin protección que no te vas a caer. 

Cuando estoy esperando en fila de coches en el semáforo, y se mete otro joven entre las filas a pesar de estar tapado más adelante, le deseo que esto llena un poco más su cubeta de experiencia. Hay conductores enlatados de mala leche y te cierran el paso adrede y cuando cambia el semáforo y empieza a despejar el tráfico, se puede generar una situación peligrosa. Mejor no saco más de mi cubeta de la suerte y me quedo en fila. Ya una vez avanzando el tráfico es más probable que encuentro cómo adelantar, si es lo que quiero. Igualmente me encuentro últimamente fluyendo con el mismo tráfico, disfrutando el momento y solo cuidándome de atrás y del lado. No llevo prisa, mucho menos de llegar al hospital, a la funeraria y a la noticia. 

Suerte mis jóvenes pilotos. Que se les llene su cubeta blanca pronto.

Saludos en V