No recuerdo la fecha exacta, pero
sí recuerdo bien aquel día en 2007 cuando me hice adicto a las motos. Fui con
mi primera moto “grande”, mi Suzuki GS500. Iba solo a Mascota. Tenía pocos
meses con la moto y apenas estaba aprendiendo. Pasaba tranquilamente por la
carretera revirada, que en 2007 estaba en su mejor estado, de hecho. Me paré en
varios puntos para tomar fotos del panorama montañoso. Llegué a Mascota sin
saber qué hacer realmente. El chiste era rodar, disfrutar, aprender. Me senté
en el Café Napoli a tomar justo esto, un café. Ya que no había más que hacer,
comencé el regreso al terminar mi bebida.
Solo que ahora pasó algo. Donde
empiezan a subir las curvas la Sierra Madre Occidental todo se volvió paz.
Experimentaba un tremendo silencio, una tranquilidad sin igual. Lo más fuerte
que escuchaba encima del sonido del motor, el cual parecía aislado, era mi
respiración. Respiraba de manera relajada y constante. Inhalaba, exhalaba. Mi
vista enfocada en la línea por trazar. Todo el cuerpo relajado. Pasé curva,
tras curva, tras curva de manera sumamente relajado. Todo era muy fluido. Estaba
en perfecta armonía con máquina y entorno.
Muchos kilómetros más adelante, bajando
el otro lado de la sierra, experimenté lo que solo puedo describir como
despertar. Era el momento que realicé qué algo extraño había pasado. De repente
estaba consciente donde estaba y aunque sabía cómo llegué a este punto, la
manera de haber llegado era diferente. Lo único que pude pensar era: “¡Guao!”.
Haber experimentado esta tranquilidad al rodar con un sentimiento de seguridad
sin igual, era algo increíble. Hasta se me puso la piel de gallina. En serio,
era un sentimiento muy intenso, muy agradable. ¿Pero qué era lo que realmente
ocurrió?
En aquel tiempo leí y escribí en
un foro para el modelo de la moto, la Suzuki GS500. Me sentí algo apenado, pero
quise saber lo que experimenté y lo describí en el foro. Esperaba casi que me calificaran
de loco. Afortunadamente no fue así y me comentaba alguien que lo que
experimentaba era el “flow”.
Investigué sobre el “flow”, que
viene del Ingles significando flujo. Y sí, la manera que pasé este tramo de
curvas era lo más fluido. Citando Wikipedia el flujo es lo siguiente: “El flujo
también conocido como la zona es el
estado mental operativo en el cual una persona está completamente inmersa en la
actividad que ejecuta. Se caracteriza por un sentimiento de enfocar la energía,
de total implicación con la tarea, y de éxito en la realización de la
actividad. Esta sensación se experimenta mientras la actividad está en curso.”
El flujo se puede experimentar en
cualquier actividad que nos apasiona. Algunos lo experimentan bailando, otros escalando montañas y su
servidor lo experimentó rodando. En este estado el cuerpo suelta endorfinas.
Muchos creen que al rodar moto nos llenamos de adrenalina. Yo creo que eso pasa
más bien cuando vamos al límite y cuando experimentamos casi-percances. Cuando
vamos relajado y entregados a la actividad, cuando entramos a la zona, allí
nuestro cuerpo suelta endorfinas. Es una hormona potente que nos provee el
bienestar, motivación y felicidad. Por eso también es llamado la hormona de la
felicidad, la cual también experimentamos al momento de un orgasmo, por cierto.
Ahora sí tiene sentido. ¿A poco no?
Desde entonces empezó mi adicción
a las motos. Cada rodada es solo el intento de volver a llegar a este estado de
ánimo, igual que un drogadicto trata de repetir la sensación que obtuvo la
primera vez. La diferencia es que mi adicción no es dañina. Bueno, siempre y
cuando no me accidento. No logro llegar a este estado en cada salida en
carretera. Todo tiene que encuadrar. Tengo que conectarme bien con mi máquina.
Luego necesito un buen tramo de curvas y finalmente necesito que el tráfico me
lo permita. Afortunadamente tengo muchas posibilidades alrededor. La carretera
al Tuito, la carretera a Mascota. A veces lo permite el tráfico en la carretera
a Compostela, aunque muchas veces no se da. Pero la carretera de Compostela a
Chapalilla. Plan de Barrancas y mi favorita carretera, la 40 de Mazatlán a
Durango. Cierto, la última me queda algo lejos, pero es un buen pretexto para ir
a la Semana de la Moto en Mazatlán. No es tanto de ir al evento de motos más
grande en México, sino la posibilidad de subir al Espinazo del Diablo.
El consejo que agrego es: si
experimentas el flujo, si entras a la zona, mantén una parte del cerebro
consciente para cualquier imprevisto que pudiera ocurrir. Sí, nos sentimos lo
más seguros en esta zona, pero un animal cruzando la carretera nos pudiera
despertar y causar una reacción contraproductiva. Así que, aunque las
endorfinas invaden tu cuerpo, mantente alerto.
¿Y tú? ¿Qué día te hiciste adicto
a las motos?
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